SOCIEDAD / NEUROCIENCIA
PILAR QUIJADA / MADRID
Día 23/10/2013 - 00.00h
Los cuidados inadecuados
hacen a los niños propensos a la ansiedad y les impide regular bien sus
emociones de adultos
FOTOLIA
Un estudio publicado en
el último número de PNAS revela
que el estrés en los primeros años de vida tiene efectos adversos sobre el
comportamiento y el desarrollo del cerebro que se mantienen después en la vida
adulta. De hecho se sabe que detrás
de más de la tercera parte de los trastornos de ansiedad se esconden factores
estresantes como la falta de cuidados o los abusos físicos o de otro
tipo, que en la vida adulta se traducen en alteraciones emocionales y de
conducta. Aunque se había relacionado las pautas de crianza inadecuadas y la
falta de atención con una mayor propensión a las alteraciones de conducta y
trastornos como la depresión y la ansiedad, hasta ahora se desconocían sus
bases neurobiológicas. Tampoco estaba claro si las alteraciones emocionales
y conductuales eran el resultado de las experiencias vividas por los pequeños o se
debían a trastornos congénitos u otros factores preexistentes como
malnutrición materna o exposición prenatal a sustancias nocivas.
Ahora un trabajo llevado
a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina Weill Corner (Nueva York)
y la Universidad de California muestra que el cuidado inadecuado de los
pequeños altera de forma permanente los circuitos cerebrales que
procesan las respuestas de temor, haciéndolos emocionalmente más reactivos.
En el trabajo, cuyo primer autor es Mattew Malter Cohen, se destacan las
alteraciones persistentes en el circuito y función de la amígdala,
la estructura cerebral encargada de procesar el miedo y las emociones.
Además, estos efectos no son reversibles cuando se elimina la causa del estrés
ni disminuyen al desarrollarse otras áreas del cerebro implicadas en la
regulación emocional, como la corteza prefrontal.
Adopciones
Para su estudio, los
investigadores estudiaron a 16 niños menores de once años criados en un
orfanato y los compararon con un grupo control de diez niños criados
con su familia. Según los autores las atenciones recibidas por estos pequeños
en el orfanato son un buen modelo para estudiar la influencia del estrés en las
primeras etapas de vida sobre el desarrollo posterior. Para controlar los
factores genéticos y ambientales mencionados, los investigadores crearon un
modelo de roedor. Simularon los escasos cuidados recibidos por los niños en el
orfanato en los ratones previamente destetados limitando a las madres el
material disponible para hacer el nido e interrumpiendo el cuidado materno a
las crías. El estudio con roedores se limitó al periodo de destete, para
equipararlo a la estancia temporal de los niños en el orfanato antes de ser
adoptados. El estudio en roedores se llevó a cabo en edades equivalentes a la
preadolescencia, adolescencia y etapa adulta de los seres humanos.
Los autores señalan que se
produjeron cambios tempranos y de larga duración en el comportamiento ansioso y
la función de la amígdala en los ratones expuestos a un cuidado parental
desorganizado, que podría equipararse a la mayor reactividad emocional y los
cambios en la amígdala observados en los niños criados en orfanato. Comprobaron
que el estrés temprano modifica la regulación del miedo cuando se quiere lograr
algún objetivo. Es decir, la posibilidad de que la motivación pueda ser mayor
que el miedo y ayude a alcanzar un objetivo propuesto. En este sentido, la
psicología evolutiva ha demostrado que la capacidad exploración de los
bebés desde que gatean está relacionada con un apego seguro a los
padres. Cuanto más confiados son respecto al afecto y cuidado de la figura de
referencia, paterna o materna, más se aventuran a alejarse de su proximidad
para explorar cosas que les interesan.
Efecto irreversible
Además, estos rasgos
ansiosos observados tanto en ratones como en algunos niños criados en
instituciones públicas no parecen corregirse a lo largo del desarrollo
evolutivo, como muestran los autores. Lo esperable sería que al
desarrollarse la región de la corteza prefrontal implicada en la regulación del
miedo, la corteza infralímbica, los efectos del estrés temprano disminuyeran,
cosa que no ocurría ni en el modelo de roedor ni entre los niños criados en
orfanatos que fueron adoptados comparados con sus iguales que crecen con su
familia.
Según los
investigadores, sus resultados corroboran los hallazgos previos, que indican
que recibir cuidados en los primeros años de vida de forma desorganizada e
imprevisible puede alterar la regulación emocional de forma permanente con
independencia de los factores genéticos y ambientales.
Según los autores, sus
resultados están de acuerdo con lo observado en niños adoptados en países donde
se dispensan escasos cuidados, y sugieren que podrían beneficiarse de
programas de intervención temprana.
No está claro si los
efectos de del estrés temprano mejoran tras adopción, ya que pocos estudios siguen a los niños adoptados más
allá de la adolescencia. Lo que parece evidente de estos estudios es que cuanto
antes se produce la adopción, mejor es el resultado. Este efecto puede ser
atribuible a una ventana para el desarrollo emocional y que
pasado ese periodo crítico los circuitos cerebrales implicados son menos
plásticos (moldeables) o más resistentes al cambio.
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