Miércoles 17 de julio de
2013 | Publicado en edición impresa
Salud
Por Nora Bär | LA NACION
Para evaluar uno de los
indicadores más importantes y elocuentes de cómo progresa un embarazo no se
necesitan ni ecógrafos ni análisis sanguíneos: basta con una simple balanza. El
peso de la madre, que corresponde no sólo a la mujer, sino también al bebe en
gestación y a la placenta, ofrece pistas reveladoras del estado nutricional del
binomio madre-hijo.
Hasta ahora, los
obstetras argentinos sólo podían controlarlo tomando como referencia tablas de
progresión elaboradas en Chile y que no estaban actualizadas.
Pero gracias a un
reciente estudio multicéntrico en embarazadas sanas de todas las regiones del
país, la Argentina ya cuenta con una herramienta ajustada a la población local.
Preparadas por la
doctora Elvira Calvo, epidemióloga de la Dirección Nacional de Maternidad e
Infancia del Ministerio de Salud de la Nación, estas nuevas guías, que pueden
consultarse en la página web del Ministerio ( www.msal.gov.ar/promin/publicaciones/pdf/manual-nutricion-press.pdf ),
son una de las "estrategias para promover una mejor nutrición infantil en
los primeros 1000 días de vida" que hoy presentarán destacados
especialistas frente a más de cien médicos clínicos y nutricionistas.
Será durante una reunión
científica organizada por el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil
(Cesni) para celebrar su trigésimo séptimo aniversario.
"Es un notable
avance para ayudar en la consulta, una herramienta para evitar tanto el aumento
excesivo de peso como el insuficiente, ambas condiciones que se asocian con un
mayor riesgo de nacimiento y de obesidad en el niño -explica el doctor Esteban
Carmuega, director de Cesni-. Hasta el momento no contábamos en la Argentina
con tablas apropiadas. A partir de esta investigación se pudo establecer un
patrón acorde con el tamaño corporal de la madre."
LA CLAVE NUTRICIONAL
Según explica Carmuega,
pediatra especializado en nutrición, los primeros 1000 días son críticos para
la vida de una persona. Empiezan a contarse desde la concepción, pasando por la
lactancia exclusiva y culminando a los dos años, una etapa durante la cual la
nutrición juega un rol decisivo en el desarrollo de las potencialidades físicas
e intelectuales del futuro adulto.
"Lo que come la
madre, el medio intrauterino, su microflora intestinal envían señales que son
mediadas y traducidas por la placenta, y que contribuyen al desarrollo en este
momento fundamental de la vida", subraya Carmuega.
Un aumento por sobre la
curva normal implica mayor riesgo de alto peso de nacimiento y de obesidad
futura en el bebe. Y también de obesidad residual en la mujer. "El bajo
peso o la mala progresión gestacional -agrega Carmuega- pueden conducir a un
insuficiente peso del bebe y a mayor riesgo metabólico, porque paga un costo en
su capacidad de adaptación a los posibles excesos alimentarios en la vida
futura. Un niño con bajo peso tiene menos unidades filtrantes en el riñón,
menor respuesta insulínica ante la sobrecarga de carbohidratos, mayor riesgo de
diabetes, cardiopatías e hipertensión. De allí que mantener una curva de peso
normal es clave para la salud de la mamá y el bebe."
Según explica Calvo, el
peso óptimo al nacer debe estar entre los tres y los cuatro kilos. Respecto de
la madre, "si inicia el embarazo con sobrepeso deberá aumentar menos, pero
es importante que siempre aumente, porque es la manera de proporcionarle al
bebe los nutrientes adecuados. Nunca debe bajar de peso".
Para los especialistas
esos primeros 1000 días son la clave para mejorar el crecimiento y el
desarrollo, y cuidar el capital humano de la sociedad.
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