Texto rescatado de aquí,
que hoy me apetece presentar desnudo de mis palabras. Disfrutadlo porque es
precioso.
“Nací en el seno de una
familia humilde un 21 de mayo del año 1941.
El pequeño de diez
hermanos de los que vivíamos siete, en un aldea llamada Zocueca, en el término
de Guarromán, provincia de Jaén.
Según me contaba mi
madre, nací muy pequeño y muy delgado, tanto que al ir mi padre y mi madre a
Bailén el pueblo más cercano a la aldea para que me viera Don Rafael Larias, el
médico, éste les dijo: “durará poco, coge una caja de pan de higo y te la
llevas por si se muere para enterrarlo”.
Mi madre, era una gran
mujer llamada Dolores, morena, alta y muy guapa, algo rellenita y como el resto
de las mujeres de la aldea madre de muchos hijos a los que criaba dándoles el
pecho.
El canijo de mí gracias
a la leche de mi madre se salvó. Fui creciendo bien y aunque delgado, sano,
hasta el punto que hoy con setenta años cumplidos no recuerdo haber tenido
ninguna enfermedad grave.
De pequeño no comía casi
nada, recuerdo que mi hermana mayor, Dolores, me obligaba a comer, pero yo
lloraba y llamaba a mi madre y me ponía a mamar quizás con cuatro, cinco años o
más. Si me llevaban al pueblo, entrábamos en un zaguán o entrada de una casa
cualquiera y detrás de la puerta mi madre se sacaba la teta y yo de pie mamaba.
En la aldea si una mujer
se quedaba sin leche, otra vecina amamantaba al bebé por su madre y luego
decíamos que éramos hermanos de leche.
Ahora cuando veo a mis
hijas Sara y Myriam dándoles de mamar a mis nietas: Laia de tres años y medio y
Zambra de veintidós meses, me llena de satisfacción y me acuerdo de mi madre.
Como niño (hoy abuelo)
que tuvo la suerte de mamar mucho tiempo, animo a todas las madres a que den el
pecho a sus hijas (os) porque esto crea un vínculo de unión entre la madre y
los hijos que no se rompe nunca y se recuerda siempre.”
Casto Moya, diciembre de
2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, si leíste el post, seguro tenés algo que comentar, pues hacelo!!!