lunes, 15 de julio de 2013

Composición inmunológica de la leche materna



La leche materna contiene alrededor de un centenar de componentes que no se pueden replicar en la leche artificial y todavía se siguen encontrando más a medida que avanza la ciencia. Lo que también conviene tener en cuenta es que no se trata solo de que cada componente de la leche actúa en un órgano o zona determinados del cuerpo del bebé sino que muchos de ellos actúan en más de un área y una combinación de ellos también puede trabajar juntos para actuar sobre otra zona totalmente diferente. Además, la composición básica de proteínas, hidratos de carbono, grasas, etc, varía, porque la leche materna es única para cada madre y bebé.

Por ejemplo, la proteína en la leche materna tiene un montón de funciones, ya que contiene todos los amino ácidos necesarios, proporciona factores de protección (de los que hablaremos más adelante) y transporta hormonas y vitaminas. La proteína de la leche no se usa para la obtención de calorías para el crecimiento, de hecho es una fuente mínima de energía en la leche materna.
Además cuando una madre amamanta crea anticuerpos diseñados especificamente para proteger contra los patógenos adquiridos en las inmediaciones de su bebé. Nuevos anticuerpos se producen cada vez que la madre entra en contacto con microorganismos perjudiciales o cuando amamanta al bebé, que pasan al cuerpo de la madre en la saliva del bebé a través del pezón. Esto indica a su sistema inmunológico que produzca o proporcione anticuerpos, que después pasan al bebé en posteriores tomas. Si el bebé toma leche artificial, entonces tendrá sólo sus propios niveles de anticuerpos que son bajos, lo cual, agravado por un sistema inmunológico inmaduro, lo hacen extremadamente vulnerables a una infección, que puede propagarse rapidamente.

Los siguientes componentes ayudan al bebé a luchar contra enfermedades:
Componentes interesantes:
Alfa-lactoalbúmina:
Ésta es la principal proteína en la leche materna, lo que representa el 10-20% de proteína total. Quizás el descubrimiento más importante del 2010* es que esta proteína provoca el “suicidio celular” en más de cuarenta tipos de cáncer. El equipo que lo descubrió estaba explorando las propiedades antibióticas de la leche materna cuando un investigador notó que las células cancerosas de pulmón en un tubo de ensayo murieron en contacto con la leche materna. Descubrieron que cuando alfa-lactoalbúmina se mezclaba con ácido (como el que se encuentra en la leche materna y el estómago de los lactantes amamantados) se formaba un compuesto llamado HAMLET (siglas en inglés de la Alfa-lactoalbúmina Humana Transformada en Letal para las Células Tumorales). Los investigadores descubrieron que, después de 5 días de tratamiento (con HAMLET) a  pacientes de cáncer de vejiga, los pacientes orinaban células muertas de cáncer después de cada sesión de tratamiento.

Estudios con ratas mostraron que, después de tan sólo siete semanas de tratamiento un tumor cerebral glioblastoma altamente invasivo, era siete veces menor en aquellos tratados con HAMLET. El factor más importante es que la sustancia no tiene efectos secundarios, sólo elimina el cáncer y no daña las células sanas. El profesor Karlsson (que condujo el estudio) predijo que esta terapia se estará utilizando dentro de 5 años en pacientes adultos enfermos de cáncer.
Alfa-lactoalbúmina también se une al calcio y zinc, y durante la digestión forma propiedades antibacterianas e inmunoestimulantes.

Células madre:
Éstas tienen una capacidad notable para convertirse en muchos tipos diferentes de células en el cuerpo, que a su vez actúan como una especie de sistema de reparación interna. Estudios sugieren que estas células permanecen en el cuerpo mucho tiempo después del destete. Las células madre de otras fuentes ya están siendo utilizadas para tratar la leucemia y pronto podrían ayudar a tratar enfermedades de los ojos. Científicos también están investigando su potencial a largo plazo para el tratamiento de condiciones tales como lesiones de la médula, la diabetes y la enfermedad de Parkinson.

Linfocitos:
Matan a las células infectadas directamente o envían mensajes químicos que movilizan otros componentes del sistema inmunológico (ver las células T).

Linfocitos T o Células T:
Son un subgrupo de linfocitos que se encargan de coordinar la respuesta inmune celular. Estas células son insólitas porque no pueden destruir células infectadas o patógenos y, sin otras células del sistema inmune, normalmente se considerarían inservibles contra una infección. Sin embargo, tienen un papel importante a la hora de activar y dirigir otras células inmunes.

Macrófagos y Neutrófilos:
Se encuentran entre los leucocitos (glóbulos blancos) más comunes en la leche humana, y rodean y destruyen las bacterias nocivas. Los macrófagos también fabrican la lisozima, una enzima que destruye las bacterias mediante la desorganización de sus paredes celulares. Los macrófagos en el tracto digestivo pueden reunir a linfocitos para que actúen contra los patógenos.

Inmunoglobulinas: IgA, IgG, Ig M e Ig D
La más importante de éstas es la IgA, que es sintetizada y almacenada en el pecho. Su función es recubrir las superficies mucosas del aparato digestivo del bebé para impedir la entrada de bacterias patógenas y enterovirus. También brinda protección contra la E. coli, salmonella, shigella, estreptococo, estafilococo, neumococo, el poliovirus y el rotavirus.

Lisozima:
Mejora la capacidad de IgA contra los ataques de E. coli, junto con la lactoferrina y la IgA secretora.

Lactoferrina:
Es una proteína que se une al hierro, para prevenir que las bacterias nocivas lo consuman. También mata a varias bacterias como la E. coli y ayuda a evitar que el sistema inmunológico reaccione de forma exagerada. La lactoferrina está actualmente siendo investigada como un tratamiento para condiciones autoinmunes como la artritis reumatoide, esclerosis múltiple y shock (choque) séptico.

Mucina:
Se acopla a las bacterias y virus que entran en el cuerpo del bebé. Cuando esto sucede, otras células del sistema inmune se encargan de destruir la sustancia causante de la enfermedad. 

Citocinas:
Se cree que juegan un papel importante en la modulación y protección del sistema inmune de la leche materna. La mayoría de las citocinas que son deficientes en el recién nacido se han encontrado en cantidades significativas en la leche materna.

Factores anti-infecciosos:
Durante los primeros 10 días hay más leucocitos (glóbulos blancos) por ml de leche humana de los que hay en la sangre.

Oligosacáridos:
Estas moléculas de carbohidratos prebióticos se parecen a los sitios de unión de las bacterias y lo que hacen es unirse a ellas para formar un compuesto que excreta bebé – así lo lleva fuera del cuerpo. Los oligosacáridos influyen en la microflora produciendo una mayor proliferación de los probióticos, que defienden contra los patógenos que causan la otitis media, infecciones del tracto respiratorio, infecciones del tracto urinario y la diarrea.

Lípidos de la leche (grasas):
Los lípidos de la leche dañan la superficie exterior de cierto tipos de virus. Cuando los virus se dañan, no son capaces de replicarse y causar una infección en el bebé. 
Ácido Linoleico:
Asociado con propiedades anti-cancerígenas, puede reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular y ayuda a combatir la inflamación.

Factor anti-secretor:
La leche materna protege al bebé contra la diarrea.
Interleucina 7 (IL 7):
Es un tipo de citocina relacionada con el tamaño del timo, el órgano central en el sistema inmunológico. Se ha descubierto que en los bebés alimentados con leche artificial la IL-7 puede llegar a ser hasta la mitad de su tamaño normal. IL-7 también tiene un papel importante en el crecimiento de las células T y B (éstas últimas son las células productoras de anticuerpos).

Factores de crecimiento:
En éstos se incluyen el factor epidérmico de crecimiento, el factor de crecimiento insulínico y el factor de crecimiento transformante, los cuales, entre otras cosas, promueven la maduración digestiva en el niño. Los niveles de factor de crecimiento epidérmico son más altos en la leche de las mamás que tienen bebés prematuros, lo que reduce drasticamente la tasa de enterocolitis necrosante (ECN) y la inflamación intestinal. También existe la teoría de que estos factores pueden desempeñar un papel en la “programación de los primeros años de vida”, que sugiere que la fisiología del individuo adulto (por ejemplo, la obesidad) y la morbilidad potencial (por ejemplo el cáncer) está predeterminados en los primeros años de vida.

Aunque esta lista es larga, no es exhaustiva, la leche materna contiene un gran número de otros factores que trabajan para proteger y mejorar el desarrollo del niño amamantado. Éstos incluyen:
Nucleótidos.
Defensinas.
Hormonas.
Componentes anti-inflamatorios.
CD14 soluble y receptores del tipo Toll solubles.

Estudios han vinculado durante mucho tiempo no amamantar con mayores tasas de infecciones de oído, cáncer, diabetes, meningitis, enfermedades respiratorias, la artritis reumatoide (y otras enfermedades del sistema inmunitario), enfermedad gatrointestinal y ECN por nombrar sólo unos pocos de una larga lista. A medida que comenzamos a entender más acerca de qué parte de la leche materna hace qué, tenemos una mayor comprensión de por qué los bebés no amamantados son más susceptibles, no sólo de bebés, pero en términos de salud de larga duración. Lo que quizás más preocupante es que la ciencia apenas ha raspado la superficie y sin embargo potencialmente muchísimas otras enfermedades podrían también ser estrechamente vinculadas (a la lactancia artificial) por ejemplo, están estudiando los vínculos con una serie de condiciones como la esclerosis múltiple y el síndrome de fatiga crónica.

*Aunque la sustancia HAMLET, fue descubierta en la leche materna hace varios años, ahora es cuando ha sido posible probar su eficacia en humanos.
Este artículo es una traducción (con permiso de la autora) del artículo “What´s in breast milk” en el blog inglés Analytical Armadillo (Armadillo Analítico). Si deseas leer el artículo original puedes visitar:
© Analytical Armadillo. 2010

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