Written by Pilar Martinez // 04/07/2013
// Lactancia
Hoy comienzo una nueva
sección en la que voy a publicar las historias y relatos de lactancia materna
de los lectores del blog.
Cuando te conviertes en
mamá, leer lo que les sucede a otras mamás en la misma situación que tú es algo
muy interesante y si hablamos de lactancia materna más todavía.
Muchas mujeres nos
enfrentamos a nuestra primera lactancia sin haber visto nunca a un bebé al
pecho y eso puede hacernos sentir muy solas, es por esto que quiero recopilar
las historias de lactancia que generosamente me ofrezcan las mamás que lo
deseen para publicarlas en el blog y así permitir que otras mamás se sientan
más acompañadas y vean que hay lactancias complicadas, otras sencillas, muchas
criticadas y algunas fracasadas, pero todas tienen en común el amor por
nuestros pequeños.
Si quieres compartir tu
historia de lactancia sólo escríbeme a maternidadcontinuum@gmail.com y la
publicaré.
Hoy empezamos con la
historia de Eva Jiménez, autora del blog Una Mamá Descubriéndose, que ha
querido ser la primera en compartir su relato para inaugurar esta nueva
sección:
Cuando iba a tener mi
primera hija tenía más o menos claro que quería dar el pecho, había oído
comentarios de gente que había empezado dando el pecho pero que luego, la
mayoría sobre los 3 meses, lo acababan dejando porque su leche le decían que
“ya no era buena” o porque el bebé “se quedaba con hambre y necesitaba más”.
Antes de parir leí todo lo relacionado sobre lactancia materna que cayó en mis
manos y tenía más o menos claro que lo importante era que cuando naciera me la
pusiera al pecho lo antes posible porque facilitaba que se estableciera la
lactancia. También tenía claro que el calostro era muy beneficioso porque le
aportaba un montón de nutrientes.
Cuando nació mi hija, el
parto fue inducido, pero afortunadamente pude parir vaginalmente (aunque con
ayuda de ventosa para sacarla – pero ese es otro tema -). Al cabo más o menos
de una hora después de haber nacido me puse mi hija en el pecho y mamó por
primera vez!! Para mí fue una sensación como si fuese lo más normal del mundo,
lo más natural. Mamó un rato, quizás 10 ó 15 minutos y luego se durmió. Durmió
plácidamente toda la noche.
Al día siguiente siguió
mamando, nadie me vino a explicar cómo dar el pecho hasta el tercer día de
estar en el hospital. Ni enfermeras, ni comadronas, ni pediatras… Ese día vino
una de las comadronas que me atendió en el parto y para entonces mi hija había
mamado muchas veces ya y se sorprendió…
Parecía que todo el
mundo se sorprendía: amigos, familiares,… creo que todos muy inculcados con la
era del biberón. Me decían “¿y se queda bien?” “¿tiene suficiente?” “¿no se
queda con hambre?” Eran algunas de las preguntas que me hacían… Preguntas que
aunque tú veías que la niña estaba bien no dejaban que yo no albergara dudas en
algún momento.
Aún así pudimos
establecer la lactancia bien hasta los 4 meses, cuando faltaba poco para volver
a trabajar y comenzamos a introducirle algún biberón en momentos en los que yo
estaba ausente y empezó a usar chupete y ya no se despertaba tanto por la
noche… Estas “interferencias” provocaron que ya no quisiera el pecho como antes
y que la niña incluso perdiese algo de peso. Aún así, volví a ofrecerle el
pecho mucho más y volvió a recuperar y conseguimos llegar hasta los 7 meses
casi de lactancia! Momento en el que pensé que ya no quería mi pecho porque no
mostraba ningún interés cuando se lo ofrecía, así que pensé que ya había
llegado el momento en que la lactancia había finalizado. Me sentí un poco más
liberada por no tener esa “atadura” pero por otro lado un poco triste por
perder esa relación tan estrecha con mi hija.
Al cabo de unos meses me
planteé si no podía haber intentando alargar más la lactancia… haber puesto más
de mi parte para que no acabara. Así que decidí que si tenía otro bebé
intentaría que al menos durara más de 7 meses. Me apetecía tener una lactancia
más larga.
Al nacer mi segunda
hija, que fue un proceso natural de parto, casi hasta el final que me pusieron
una dosis baja de epidural cuando estaba de 9 cm dilatada. En cuanto salió mi
hija, me la pusieron en la barriga, al igual que con mi primera hija, pero esta
vez incluso la limpiaron encima de mí. Sólo se la llevaron para pesar y aspirar
mocos. El pinchazo del talón lo hicieron con ella sobre de mí también. Esta vez
dí a luz en un hospital público, no privado como en el primer parto.
Nos dejaron solos a los
tres (a papá, mi hija y yo), durante una hora y media creo recordar y mi bebé
se enganchó sin problemas a mi pecho. Después de mamar del primero siguió
llorando así que mamó del segundo pero lloraba y lloraba… “¡Tiene hambre!” me
dijo la comadrona.
Así que no paraba de
estar enganchada a mi teta, y si no estaba enganchada quería brazos. ¡Qué
diferencia con mi primera hija!
Me sentía un poco
desconcertada. La primera noche no pegué ojo, igual que con mi primera hija,
pero la primera vez fue por expectación y emoción. Esta vez fue por que no paré
de darle de mamar, mecerla, etc. Si no estaba en brazos o al pecho no dejaba de
llorar.
Cuando empecé a conocer
a mi hija cómo se comportaba me resultó todo más fácil. Cuando tenía hambre
comía succionando con fuerza, más que lo había hecho su hermana dos años antes.
A lo mejor estaba diez minutos hasta que me notaba que me había vaciado todo el
pecho. Entonces le ofrecía el otro y mamaba hasta que se dormía. A lo mejor
pasaba una hora y media o dos horas y me volvía a pedir. Ella no se dormía al
pecho, si tenía hambre succionaba con fuerza y luego una vez satisfecha sí se
dormía.
A día de hoy, aún sigo
dándole el pecho, ella va a cumplir veintidós meses. De hecho, es un alimento
esencial en su dieta. Apenas come yogures u otro tipo de leche. Creo que
también el hecho de trabajar fuera de casa ha incrementado su necesidad de
tener ese contacto conmigo. Y eso afecta en que a veces se salta comidas por
mamar. Este hecho hacer que a veces tengo que oír algunas críticas porque no
come comida, solo teta :’(
Si yo no estoy, ella
come de todo, nada de purés, comida normal, le gusta casi todo y no tiene
ningún tipo de problema de masticación. Pero si yo estoy en casa prefiere estar
conmigo y mamar.
Lo que más me duele son
algunas críticas que recibo, de algunas personas cercanas a mí. Sé que no me
critican con maldad, simplemente lo hacen desde la ignorancia de saber los
beneficios que la leche materna aporta a mi hija. Estas personas se han criado
viendo que a los niños llega un momento que se les deja de dar el pecho “porque
la leche ya no alimenta” y tienen tan interiorizada esa idea que no entienden
por qué aún “insisto” en darle el pecho cuando mi hija ya debería comer de todo
y dejar la teta.
No ven que le esté
haciendo ningún beneficio a mi hija, si no más bien lo contrario. Y aunque a
veces les argumente que mi leche le alimenta ahora igual que lo hacía cuando
nació, hacen oídos sordos… y en el fondo creo que piensan que lo que hago no es
“lo normal” y por eso no lo aceptan. Aún así, tengo claro que quiero darle el
pecho a mi hija hasta que ella o yo digamos ¡se acabó!
¡Muchas gracias Eva por
esta historia tan tierna!
Fuente: http://www.maternidadcontinuum.com/2013/07/historias-de-lactancia-materna-la-historia-de-eva/
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