¿Por qué fracasa una
lactancia?
¿Por qué en las últimas
décadas nos fuimos convenciendo de que es bastante normal que una mujer pueda o
no pueda amamantar a su bebé?
¿Qué la lactancia es
algo que “podría funcionar”, cómo no?
¿Es tan común que una
hembra humana no tenga suficiente leche para su cría?
¿Cómo hace el resto de
las mamíferas?
El hombre pisó la faz de
la tierra hace aproximadamente medio millón de años. La leche de fórmula hizo
su aparición hace algo de 60 años atrás. ¿Cómo fue que llegamos hasta aquí y
sobrevivimos como especie dominante si la lactancia fuera algo tan susceptible
de fallar? ¿Cómo fue que una preparación originalmente ideada para alimentar a
los niños huérfanos de la posguerra sea hoy en día una opción para tantas
madres sanas y bebés sanos, disponible en la góndola de cualquier supermercado?
Quizás la ciencia, que
tanto nos ha beneficiado a lo largo de los años y que, sin dudas, salva vidas
todos los días, nos ha jugado una mala pasada en este aspecto, desde el momento
en que la trilogía “Embarazo – Parto – Lactancia” empezó a vivirse como un hecho
médico.
Pasamos los 9 meses del
embarazo con controles mensuales como si realmente se tratara de una enfermedad
que hay que seguir de cerca, desconfiando de nuestra capacidad de gestar un
bebé sano. Luego, vamos a parir rodeadas de un enorme equipo médico, entregadas
y confiadas, pensando que dependemos de ellos para que nos digan qué hacer, qué
posición adoptar, cuándo pujar, sin mencionar todas las prácticas de rutina que
manipulan el curso natural del nacimiento, como inducciones, episiotomías y, en
el peor de los casos, cesáreas innecesarias. Y cuando llega la hora de hacernos
cargo de esas crías que parimos, también tenemos miedo de no poder alimentarlas
con nuestra leche, porque podemos ser de “esas madres que no tienen".
Algunas mujeres sentimos una altísima presión al respecto, como si estuviéramos
rindiendo un examen que nos ubicará en la categoría de mejor o peor madre, sin
entender que a veces nosotras mismas somos quienes boicoteamos nuestra propia
esencia femenina, los saberes ancestrales que están grabados en el ADN de cada
una de nosotras. Esos que nos guiarían por el mejor camino si realmente
fluyéramos con el pulso de la vida y confiáramos en nosotras mismas y en
nuestra capacidad de gestar, parir y amamantar. Nos olvidamos de que estamos
diseñadas para las tres cosas por igual, porque son parte de un mismo ciclo. El
ciclo de la vida.
Volviendo a la
lactancia, ¿pueden surgir problemas? Sí, claro que sí. Como en todos los
órdenes de la vida. Y así como aparecen, pueden resolverse con el apoyo
adecuado y la información correcta. Pero el deseo y la confianza en que podemos
amamantar son vitales para el éxito de la lactancia.
¿Existen mujeres que no
producen suficiente leche? Sí, existen. Pero la hipogalactia real (no la que a
veces nos quieren hacer creer que padecemos), se reduce a casos muy
específicos, principalmente relacionados con:
Hipotiroidismo
Retención de placenta post-parto
Agenesia de tejido mamario (que es cuando las mamas no se
han desarrollado adecuadamente y no han cambiado demasiado de tamaño durante el
embarazo)
Cirugía de reducción mamaria
Síndrome de Sheenan (que es la necrosis de la hipófisis por
falta de riego sanguíneo durante el parto, debido a la pérdida de sangre)
Déficit congénito de prolactina (que es hereditario y
sumamente raro)
Desnutrición materna.
Descartando estas
cuestiones, la hipogalactia que algunas madres creen tener a veces, no es tal
.
¿Qué sucede entonces en
el resto de los casos en los que la lactancia no prospera?
Pensemos por un segundo
que si hasta una madre adoptiva puede dar el pecho (con un plan de estimulación
intensiva y el uso de galactogogos), ¿por qué no podría hacerlo una madre
natural?
Que no se nos mal
entienda, por favor. Lo último que pretendemos es hacer sentir mal a ninguna
madre que haya tenido dificultades que la han llevado a abandonar la lactancia.
Pero nos parece de vital importancia que todas las mujeres sepan que la
lactancia es posible en aproximadamente el 99% de los casos, y que por eso
muchas veces usamos la generalidad de que “todas las mujeres pueden amamantar”.
Y que si alguna mamá tuvo problemas en la lactancia de su primer hijo, que sepa
que las cosas pueden ser diferentes en una futura experiencia.
Desde nuestro lugar,
aportaremos incansablemente nuestro granito de arena para alentar, informar y
acompañar a todas las madres que deseen amamantar y estén atravesando por
alguna dificultad. Necesitamos volver a creer en el poder de la mujer, en su
naturaleza creadora y dadora de vida. Y de una vez y para siempre desterrar los
fantasmas y mitos que rodean a la lactancia y que son día a día sostenidos y
difundidos por miles de profesionales de la salud (y madres, y suegras, y
amigas y vecinas y perfectos extraños) que poco saben de la materia, y que por
más buenas intenciones que posean, no hacen más que lastimar la confianza que
toda mujer-madre necesita tener en ella misma.
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