lanacion.com |Sociedad
Martes 20 de agosto de
2013 | Publicado en edición impresa
Por Nora Bär | LA NACION
Sin duda, la historia de la ciencia es pródiga
en ejemplos de cómo hechos que parecen "obvios" pueden estar
totalmente errados. Alguna vez se pensó que la Tierra era el centro del
universo y se postuló que había razas inferiores, para mencionar apenas dos de
una larga lista de enunciados falsos que, sin embargo, tuvieron fanáticos
defensores.
Las afirmaciones
formuladas hace un par de días por una ex legisladora sobre presuntas
"inclinaciones" del cerebro femenino que pondrían a la mujer en
inferioridad de condiciones para el ejercicio de la política bien podrían
incluirse entre estos malentendidos. Según las últimas investigaciones, si bien
hay diferencias innatas, la biología no es un destino. Tampoco es verdad que
los hemisferios cerebrales funcionen aisladamente o tengan una predominancia
excluyente.
"Nuestro cerebro
funciona como una red donde las distintas estructuras se interconectan
ampliamente -explica el doctor Facundo Manes, director del Instituto de
Neurología Cognitiva (Ineco) y del Instituto de Neurociencias de la Fundación
Favaloro, además de profesor de Psicología Experimental de la Universidad de
Carolina del Sur, en Estados Unidos-. Que cada hemisferio se haya especializado
en procesar la información de manera diferente es un beneficio que nos dio la
evolución para estar a la altura del mundo complejo en que vivimos, que muchas
veces demanda un procesamiento más lineal y secuencial, a cargo del hemisferio
izquierdo, y otras, un procesamiento más holístico y global, a cargo del
hemisferio derecho. Pero la gran mayoría de los estímulos demandan ambos tipos
de procesos y activan nuestros dos hemisferios de manera conjunta."
"No hay nada en la
biología que muestre que la razón esté en un lugar [del cerebro] y las
emociones, en otro -dice Mariano Sigman, investigador del Conicet-. Que las
mujeres tengan alguna dominancia por uno de los hemisferios está poco fundado,
y que eso implique que tienen que ocupar ciertos roles y no otros, mucho
menos." Y enseguida agrega: "La diferencia entre el hemisferio
derecho y el izquierdo es un «neuromito»".
La idea de que las
distancias entre el cerebro femenino y el masculino se traducen en distintas
aptitudes viene de lejos. Incluso no hace tanto, en el siglo XIX, la
Universidad de Heidelberg, por ejemplo, no admitía mujeres. Sofía Kovalevskaya,
la primera mujer en obtener un doctorado en Matemáticas en Europa, no pudo
conseguir nunca un puesto de trabajo en la universidad, a pesar de que su tesis
doctoral es conocida hoy como teorema de Cauchy-Kovalevskaya. "La mejor
oferta que le hicieron fue dar clases de aritmética en una escuela elemental
para niñas, y observó con amargura: «Por desgracia, no se me dan nada bien las
tablas de multiplicar»", cuentan Reuben Hersh y Vera John-Steiner en
Matemáticas, una historia de amor y odio (Editorial Crítica, 2012).
Ya en este siglo hubo
quienes creyeron ver en sutiles diferencias biológicas el sustrato de procesos
cognitivos dispares. Por ejemplo, el cerebro masculino es en promedio alrededor
de un 9% más grande que el femenino.
"Hay una pequeña
diferencia en el peso -destaca Marcelo Cetkovich-Bakmas, jefe del Departamento
de Psiquiatría de Ineco-, pero se da a expensas de la mayor masa muscular del
hombre."
En los centros para el
lenguaje y el oído, las mujeres tienen un 11% más de neuronas que los hombres.
El principal centro de la formación de emociones y recuerdos -el hipocampo- es
también más grande en ellas, del mismo modo que los circuitos para el lenguaje
y para percibir emociones.
"Se ha hablado
mucho con respecto a que el pensamiento femenino es más holístico (derecho) y
el masculino, más matemático -dice Cetkovich-Bakmas-. Sin embargo, en los datos
experimentales no hay indicadores precisos de que un género sea más inteligente
que el otro. Las diferencias son culturales, y fueron desapareciendo con la
igualación de los géneros. Lo otro es una profecía autocumplida."
Con respecto a la
predominancia de uno u otro hemisferio cerebral, Manes explica que décadas de
investigación permitieron explicar las diferencias (y similitudes) entre ambos
hemisferios .
"Lo primero que
debemos recordar es que los hemisferios no están aislados -dice-; están
conectados por una ancha banda de axones (la porción de las neuronas por donde
se envía la información a otras) que forman una estructura conocida como
«cuerpo calloso». Además, existen otros puentes más pequeños, que también
integran estructuras del lado izquierdo y el derecho, tales como la comisura
anterior. Mike Gazzaniga, que durante años estudió pacientes que no tenían un cuerpo
calloso, demostró que el hemisferio izquierdo posee mayor capacidad de procesar
la información en forma secuencial, mientras que el hemisferio derecho aborda
la información de manera más holística y en paralelo. Pero esta especialización
hemisférica fue erróneamente interpretada y llevó a creer que tenemos dos
cerebros separados que coexisten dentro del cráneo."
Las diferencias sexuales
anatómicas en el cerebro probablemente surgieron como resultado de presiones
selectivas durante la evolución, sugiere. En tiempos remotos, los hombres
cazaban y las mujeres juntaban alimentos y cuidaban a los niños.
También es plausible la
hipótesis de que las mujeres seleccionan juguetes que les permiten afinar las
habilidades que necesitan para criar a sus hijos, agrega, a propósito de un
experimento que distribuyó muñecas, camiones y objetos neutros entre un grupo
de monos vervet y descubrió que las hembras interactuaban más con los juguetes
"femeninos" y los machos, con los "masculinos".
"Las diferencias en
la anatomía cerebral de hombres y mujeres -explica- podrían ser causadas en
gran parte por la actividad de las hormonas sexuales que bañan el cerebro del
bebe en gestación. Entre las semanas 18 y 26 del embarazo, el cerebro comienza
a transformarse de manera irreversible, a tal punto que las experiencias
posnatales no logran cambiar, estructuralmente, un cerebro masculino en uno
femenino ni viceversa. Esto sugiere que al menos algunas diferencias no son
culturales."
Sin embargo, hoy se sabe
que, más allá de lo innato, la práctica y la interacción con otros modifican
neuronas y circuitos cerebrales.
Para Sigman, muchos de
los estudios que hay sobre este tema son discutibles: "Me generan una gran
desconfianza, porque suelen hacerse sobre muestras pequeñas y muchas veces
sesgadas. No sólo hay diferencias entre hombres y mujeres, sino también entre
distintos hombres y distintas mujeres", dice.
Un estudio del
Massachusetts Institute of Technology (MIT) reveló un dato singular al explorar
la existencia de una inteligencia colectiva entre grupos de personas que
colaboran bien entre sí. "Demostró que la inteligencia del conjunto se
extiende más allá que la lograda a través de la suma de las capacidades
cognitivas de los miembros individuales -cuenta Manes-. Y la tendencia a
cooperar de manera eficaz estaría relacionada con el número de mujeres en un
grupo."
Cetkovich-Bakmas subraya
que, si bien son más vulnerables en ciertos sentidos, las mujeres están
igualmente dotadas que los hombres para ejercer todo tipo de profesiones:
"En la medicina, ya ingresaron en especialidades que antes se consideraban
exclusivas de los hombres, como la cirugía -dice-. Y también ocupan cada vez
más puestos en áreas técnicas, como la aviación. Las diferencias tienen que ver
con estilos conductivos y no con capacidades."
Para Sigman, no hay duda
de que ellos y ellas tienen características propias. "Las mujeres
desarrollan el lenguaje y la teoría de la mente [la capacidad de atribuir
pensamientos e intenciones a otros] antes que los varones -cuenta-. Pero no hay
nada que muestre que esto tenga alguna pertinencia para los roles que pueden o
no ocupar en la sociedad."
"No hay nada en el
cerebro de la mujer que le impida hacer lo que quiera", concluye Sigman.
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