Reflexiones adopción
Quienes deciden
incorporar un niño a su familia mediante la adopción encaran un universo
particular en el que las leyes, los deseos personales, la realidad de los
chicos en situación de ser adoptados y los tiempos de espera organizan un
recorrido particular. Más allá del deseo y de la ley: diversos aspectos de un
tema siempre controversial. Por Gabriela Baby
Existen muchos tipos de
familias y muchas maneras de constituirlas. Cuando una pareja, o una persona
sola, quieren tener hijos y no puede procrear (o por algún motivo decide no hacerlo)
la adopción es un camino posible que tiene sus propias características.
Una de ellas, y
definitoria, es que se trata de un procedimiento judicial, en el que las leyes,
los derechos de los niños, los casos concretos de niños en situación de
adoptabilidad y los tiempos procesales tienen su propio peso.
Por eso, quienes toman
la decisión de adoptar y se inscriben en los registros como postulantes, suelen
asombrarse antelas preguntas que deben responder en las sucesivas entrevistas
con funcionarios del
Estado: ¿Qué edad podría
tener el chico que quiere adoptar?; ¿Nena o nene?; ¿Aceptaría un chico con
alguna enfermedad?; ¿Podría usted adoptar un grupo de hermanos? Preguntas que
desconciertan, incomodan o asombran, pero que de alguna manera inauguran un
espacio donde replantearse el significado social de la adopción.
Del niño soñado al hijo
real
Yael Bendel, presidenta
del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de
Buenos Aires, describe el procedimiento legal para adoptar: “Hace nueve años se
creó a nivel nacional el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos
(RUA): un listado unificado, organizado por provincias. Los postulantes tienen
que presentar una serie de papeles, se les hacen entrevistas y se los invita a participar
de algunos talleres. Hay una serie de acercamientos para conocerlos antes de aprobarlos
como postulantes”. Estas entrevistas implican para muchas personas un baño de
realidad, empezar a conocer a los chicos que están en situación de ser
adoptados.
Porque, del mismo modo
que en la familia biológica el hijo ideal deja lugar al hijo concreto –que no
es tan perfecto como fue soñado-, en el proceso de adopción también el hijo
posible va desplazando a aquel niño idealizado.
Bendel explica: “Una vez
que los postulantes están aprobados integran una lista, que en la ciudad de
Buenos Aires se llama RUAGA (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines
Adoptivos). Cuando aparece un chico, chica o un grupo de hermanos que pueden
ser adoptados porque así lo dictaminó el juez, se toma el más antiguo de esa lista
y se cruzan los datos, manteniendo en lo posible la cercanía territorial”.
La coincidencia entre
los niños en situación de adoptabilidad y los postulantes parece sencilla, pero
la edad actúa la mayoría delas veces como un impedimento. “Sólo un20 por ciento
de los chicos que viven en hogares de menores está en situación de ser adoptado.
Y de ellos, sólo el uno por ciento es menor de tres años, que es la edad que pide
la mayoría de los postulantes a adoptar”, describe Bendel.
En números concretos la
situación es la siguiente: en Buenos Aires hay alrededor de 1.100 postulaciones
aprobadas y unos 800 chicos en hogares, de los cuales solo un 20 por ciento
está en situación de adoptabilidad.
“En ese pequeño número
hay que observar además otros factores: si tienen hermanos –muchos postulantes
no quieren parejas de hermanos y nuestra política es mantener los lazos
primarios todo lo que se pueda- o si tienen alguna enfermedad o capacidades
especiales, porque la mayoría de la gente que se postula para adoptar tampoco quiere
chicos que tengan alguna enfermedad”, señala la funcionaria. Números que no
encajan dan como resultado una situación en la que todos pierden.
Padres, madres y después
familias
“Decir que los
postulantes quieren solamente bebés es una lectura bastante facilista de la
situación”, dispara Laura Salvador de Ser familia por adopción, una
organización creada por dos madres que se conocieron haciendo trámites para
adoptar a sus hijos, y que actualmente brinda orientación a los postulantes a
través de su sitio web y de numerosas actividades (www.serfamiliaporadopcion.org ).
“Cuando un juez pone a
un niño en un hogar–continúa Salvador-, lo institucionaliza para protegerlo y
siente que lo salvó de una situación muy grave. Pero después pueden pasar años
sin revincularlo con su familia de origen, ni declarar la adoptabilidad o buscar
una familia de guarda. Entonces, ese chico, que entró a una institución con 7años
de edad, al poco tiempo tiene 12. Y a ese juez le va a costar encontrar un papá
o mamá adoptivos”.
Salvador tiene gran
experiencia en adopción: primero adoptó a la hija de su marido cuando ésta tenía
6 años (hoy tiene 37); la segunda vez adoptó un bebé y la tercera vez adoptó a
Luciano, con 12 años, quien ahora tiene 21 (ver recuadro: “Y un día llegó mi
hijo grande”).
“Es verdad que hay que
tratar de que los chicos vuelvan con sus
familias biológicas, y esto lleva tiempo. Pero, en general, los tiempos se podrían
acortar”, completa Laura Rubio (apodada Joyla), su socia.
Ambas participaron en
las audiencias públicas para la reforma del Código Civil aportando ideas contra
la burocratización y a favor de acelerar los tiempos en la dinámica de la
adopción. Su trabajo se focaliza sobre los postulantes a adoptar. “Tiene que
haber un acompañamiento para el que quiere adoptar durante su proceso de
espera; para que pueda pensar profundamente sus posibilidades, sus deseos y sus
necesidades, y también para considerar ir ampliando el rango de edad. Porque
psicológica y culturalmente somos padres de bebés, nadie dice: ‘me caso y voy a
tener un hijo que tenga12 años’”, afirma Joyla.
En los talleres de Ser
familia por adopción se analiza la construcción imaginaria de ese hijo que va a
venir. Fantasmas, miedos y anhelos: todos presentes. “Se trata de reflexionar sobre
las fortalezas y las debilidad es de cada uno. Porque somos más fuertes de lo que
creemos, solo que no tenemos confianza en nosotros mismos. Y por otro lado,
tenemos que trabajar la visión del hijo posible, que no es el ideal. En la
adopción, el ideal tiene que ver con el bebé: se piensa que por ser bebé una
madre o un padre lo va a modelar bajo su propia forma. Y esto no es así: todo
hijo tiene una historia previa”, subraya Salvador.
La perspectiva social Marisa
Graham, especialista en adopción y directora de la Secretaría Nacional de Niñez,
Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, comenta:
“Socialmente, adoptar chicos grandes es visto como una complicación. Si una
pareja–o una persona- deciden adoptar un chico de ocho años, por ejemplo, es
esperable que le digan ‘te compraste un problema’ o ‘¿lo pensaste bien?, es un
lío’. Entonces tenemos que desarmar prejuicios sociales fuertemente instalados”.
A pesar de que en materia de adopción el panorama aún se muestra incierto,
Graham es optimista. “Aunque hoy todavía en el 99por ciento de los casos el
postulante pone como condición que el niño o niña tenga de cero a dos años,
hemos avanzado. Porque hace unas décadas estas condiciones eran: de cero a seis
meses, varón y sano”, describe. “Hemos logrado, como país, instalar el tema del
derecho de los niños y las niñas a tener una familia y que el Estado sea quien
tiene que garantizar ese derecho.
Y hemos avanzado en ese
sentido, porque hace un siglo se pensaba que los ricos debían adoptar a los
hijos de los pobres. O que trayendo un chico del campo a la ciudad se lo
salvaba”. La reforma propuesta al Código Civil traería al tema de la adopción
no solo el acortamiento de los plazos judiciales, sino también la obligación de
escuchar al niño y a su familia biológica durante el proceso adoptivo. “Incluir
a la familia biológica en el proceso tiene que ver con desarmar fantasmas y
hacer adopciones sólidas, en las que todas las partes estén de acuerdo y se
respete el derecho del niño a conocer su origen. Porque se trata de los
derechos del niño, nada más que eso”, aporta la especialista.
Puesto en movimiento, el
deseo de ser padreo madre teje en su camino una trama que se entrelaza también
con las leyes civiles, con las necesidades de otras personas, las historias de
otras familias, los derechos de la infancia y un panorama de realidades únicas
y diferentes a la cotidiana de cada uno. Mente abierta, claridad, paciencia, escucha
atenta y acompañamiento son condiciones que este camino impone. Que sostengan y
alimenten esa primera llamita, el deseo primero de ser mamá y papá.
Y un día
llegó mi hijo grande
“Me
llamaron un martes a la mañana de dos lugares distintos donde estábamos
inscriptos, diciendo que había dos nenes de 12 años”, cuenta su experiencia
Laura Salvador, dela ONG Ser familias por adopción. "Increíble: ¡la misma
edad! Finalmente fuimos a buscar a Luciano, que estaba viviendo a 250 km. de
casa, y empezó el acercamiento: fuimos de visita un día, otro día fuimos a la
plaza, al otro fin de semana hicimos una salida más larga. Mientras tanto,
hacíamos las entrevistas en el juzgado para que nos fueran conociendo. Empezó a
venir a casa los fines de semana, hasta que el cuarto o quinto fin de semana se
quedó a vivir con nosotros. Al principio mi marido y yo éramos dos ilustres
desconocidos para él. Y llevó mucho tiempo reconocernos como mamá, papá e hijo.
A los6 meses de estar en casa cumplió los 13 años”. Luciano hoy tiene 21 años,
y una familia compuesta por papá, mamá y dos hermanos.
Más info:
En www.serfamiliaporadopcion.org hay mucha información: desde testimonios hasta
jurisprudencia, orientación psicológica, encuentros nacionales y
acompañamiento.
En el Hogar Buenos Aires
hay un programa de voluntariado y actividades para compartir con la comunidad: www.hogarbsas.org.ar
Para inscribirse como
adoptante
• En ciudad de Buenos
Aires: RUAGA (Registro Único de Aspirantes a Guardas con finesAdoptivos)
Bartolomé Mitre 648 Piso 8º Tel. 4331-3254/3340/3207
• Y en todo el país: RUA
(Registro Único de Adopción).Av. Belgrano 1177, 1º Piso. CABA. Tel.
4384-9107/08/09
Para seguir pensando
Películas:
Los chicos invisibles,
de Mario Levit, ilustra la situación de desencuentro entre los postulantes a
adoptar y los chicos viviendo en hogares. Aunque los números que presenta no son
actuales, bien valen los testimonios. (www.facebook.com/loschicosinvisibles)
Romper el huevo, de
Roberto Maiocco, cuenta la historia de Manso, un hombre solitario que está
deprimido y quiere suicidarse. Hasta que llega a su vida el Pollo, un niño que esperó
durante doce años ser adoptado. Bajo la pregunta quién adopta a quién, la
película plantea, con mucho humor y ternura, los desencuentros que llevan a
esta dupla padre-hijo a un lugar de encuentro.
El niño de la bicicleta,
de Jean-Pierre y Luc Dardenne, cuenta la historia de un chico abandonado por su
padre, que vive en una granja estatal y establece un vínculo de amistad con la
peluquera del pueblo.
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