27 de agosto de 2013 |
12:01 CET
Cada vez son más los que
animan a las mujeres a vivir la experiencia de un parto natural en un intento
por acabar con el exceso de intervencionismo que han sufrido los partos en los
últimos años. Hablamos de partos respetados, naturales o humanizados y, de
alguna forma, asumimos que una de las premisas fundamentales para disfrutar de
este tipo de parto es no recurrir a la anestesia epidural. Sin embargo, un
parto sin epidural no es garantía de un parto respetado o natural como tampoco
es cierto lo contrario siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones.
El parto sin epidural
podría ser una opción para todas las mujeres embarazadas pero hoy todavía no lo
es. Muchos de los hospitales y clínicas no cuentan aún con las instalaciones ni
el personal cualificado para atender de la mejor manera posible este tipo de
partos.
Sufrir por sufrir
Antes de entrar en
materia conviene desmontar un mito, no es necesario ser una heroína, ni tener
un afán incontrolado de masoquismo para elegir dar a luz sin epidural. Dar a luz
sin anestesia no tiene por qué ser tampoco una forma de posicionarse con ningún
tipo de corriente o estilo de crianza. Es más, ni siquiera tiene que ser una
decisión tomada de antemano. Se puede esperar a ver cómo avanza el parto para
decidir si nos vamos a poner o no la epidural sin necesidad de convertirlo en
un estigma.
A pocas semanas de traer
al mundo a mi quinta hija es algo que no me planteo. Mis dos últimos partos,
sin epidural, fueron estupendos y daré a luz en un hospital donde te lo ponen
muy fácil pero no me caso con nadie. Ya veremos cómo se desarrollan los
acontecimientos.
Partos de cuento
Desde los sectores que
con más ahínco defienden los partos llamados naturales nos dicen a menudo que
los partos sin epidural no son dolorosos. Algunos incluso nos prometen partos
sin dolor y hasta orgásmicos, experiencias casi extrasensoriales que nos
proporcionarán un placer sin precedentes.
En una cosa estoy de
acuerdo, dar a luz sin epidural es una experiencia de una intensidad
difícilmente comparable con nada que hayamos podido vivir y la satisfacción y
la euforia que nos invaden al coger en brazos a nuestro bebé no tiene parangón.
Pero doler, lo que se dice doler, duele. Bastante por no decir mucho. Lo que no
significa que no compense, con creces.
La clave del éxito
Nos contaban hace algún
tiempo que la mayoría de las embarazadas que en principio no quería epidural
acaba pidiéndola durante el parto. Curiosamente, en países como Alemania, donde
la medicalización de los partos es muy inferior sucede al contrario, muchas de
las que teníamos claro que queríamos epidural acabamos dando a luz sin
anestesia.
Por una razón muy
simple, para que un parto se pueda desarrollar de una forma natural y sin
anestesia de ningún tipo lo más importante es dónde y con quién se dé a luz. Un
parto no intervenido necesita otro tipo de instalaciones y asistencia que un
parto intervenido. La experiencia de los profesionales sanitarios en este tipo
de partos es fundamental para ayudar a la mujer durante el parto.
Para dar a luz sin
epidural lo primero que necesitas es libertad de movimientos, un monitor sin
cables, y ciertos artilugios como pelotas, espalderas, cuerdas y sillitas de
dar a luz que nos permitan dar con la postura adecuada. Esa que nuestro cuerpo
elige por nosotras y en la que todo duele la quinta parte. Un potro no tiene
cabida en un parto sin epidural puesto que esa postura es probablemente la más
dolorosa de todas.
En mi primer parto sin
epidural estaba paseando por la habitación cuando una contracción monstruosa hizo
que se me doblaran las rodillas y allí me quedé, de rodillas en suelo. La
comadrona, lejos de intentar levantarme, llevarme a la cama o modificar mi
conducta irracional de alguna forma, me tranquilizó, me dijo que hiciera lo que
me pidiera el cuerpo y preparó todo para la niña pudiera nacer allí mismo. La
ginecóloga se sentó en el suelo a mi lado como si aquello fuera lo más normal
de mundo y mi hija nació en un abrir y cerrar de ojos. Yo estaba vestida y con
las zapatillas puestas.
Este tipo de flexibilidad
y apoyo es fundamental, una contracción puede doler muchísimo o ser
perfectamente soportable dependiendo de la postura en la que estemos y el apoyo
que recibamos para vivir nuestro parto como nos lo pida nuestro cuerpo y no
según el protocolo del hospital en cuestión.
El parto sin epidural
podría ser una opción para todas las embarazadas siempre y cuando los
hospitales y las clínicas donde demos a luz estén preparados y dispuestos para
asistirnos como estos partos requieren. Además, aunque al final optemos por
recurrir a la anestesia epidural por la razón que sea no hay porqué renunciar a
tener un parto respetado. Si la dosis no es muy alta la mujer todavía puede
moverse libremente, dar a luz en la posición que le resulte más cómoda y sentir
las contracciones aunque con menos intensidad.
Foto | dizznbon en
Flickr
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