La experiencia de
Natalia, una joven madre de 31 años que amamantó a sus tres hijos: Guadalupe 3
meses, Santiago 5 años y Sofía 7 años.
01/08/2013 00:01 , por
Redacción LAVOZ
Natalia Duarte con su
tercera hija, Guada, de 3 meses.
Todos fueron alimentados con leche materna (LA
Voz / Ramiro Pereyra).
Antes de quedar
embarazada, en mi cabeza no cabía otra opción que dar la teta a mi hijo.
Con Sofía en la panza
iba a gimnasia preparto y allí me saqué varias dudas sobre el tema, porque en
las clases había otras mujeres que preguntaban de todo.
Me inquietaba no tener
leche, que no fuera suficientemente nutritiva, si el bebé se sentiría
satisfecho, o si lloraría por hambre o sueño.
Sofía, mi primera hija,
tomó la teta hasta los nueve meses; Santiago, mi segundo hijo, hasta los cinco
y con Guadi estamos con la teta a full . A los tres, los tuve por cesárea y
–por este motivo– tenía miedo de que no me saliera la leche. Pero gracias a
Dios tuve siempre.
El momento en el que te
dan el bebé para que le des el pecho es mágico y nunca lo olvidaré. Porque,
además, una llega al parto con tantos miedos y se siente tan invadida por la
situación de estar internada –más el estrés que se vive en el hospital–, que encontrarte
con tu hijo y darle el pecho es algo vital para los dos.
Algunas veces, es
doloroso y ese es un desafío para superar.
También fue una sorpresa
ver el color del calostro: nadie me dijo cómo era, siempre pensaba que debía
ser blanco, pero a veces era de un tono amarillito. Y hasta se puso verde. En
ese momento, pensé que era una infección, pero no.
Con Sofía, el dolor duró
unas dos semanas, pero después desapareció. Con Guadi fue más complicado,
porque se me habían agrietado los pezones, inclusive llegaron a sangrar. Mi
desesperación era qué le iba a dar de comer si me dolían tanto, pero tomé
coraje y lo volví a intentar a pesar de todo.
A Sofi no le gustaba
mucho la pezonera, prefería el pecho; entonces, le dábamos un poco con la
pezonera y después del pecho directamente. Al principio, costó acostumbrarla,
pero después se fue adaptando, hasta que la leche comenzó a salir bien y ya no
hizo más falta.
Lo más importante es que
uno esté convencida que lo mejor es darle de mamar a tu bebé. Entonces, los obstáculos
se van superando como sea. Por suerte mi esposo, Luis, siempre me ayudó: a la
noche se levantaba, le cambiaba el pañal a Sofi, a Santiago y después yo les
daba el pecho.
Durante nueve meses, por
la noche, le daba de mamar a Sofía cada dos horas, durante dos horas y media.
Cuando ella se dormía, yo la acompañaba y también descansaba. Por suerte, pude
elegir no trabajar en suplencias como preceptora para estar con ella.
Trabajo mediante. En
agosto de 2008 me dieron un cargo de titular. Ya había nacido Santiago, pero
acepté. Mi mamá me ayudó muchísimo a cuidarlo. A veces, el bebé se tomaba una
mamadera y después me esperaba a que yo regresara de la escuela, momento en el
que tomaba la leche que no había bebido antes toda junta. Él fue el más llorón,
pero era porque tenía cólicos. Así que aprendimos a hacerle masajes y
ejercicios con las piernitas y se le fue pasando de a poco. Con Guada ya
estamos más cancheros y no nos asustamos tanto.
Para evitar que se me
agrieten los pechos uso mucha crema de caléndula, que es atóxica, trato de no
usar corpiños porque son muy incómodos, sobre todo los que tienen alambres.
Como tengo mucha leche, uso dos protectores mamarios diarios.
Sí, es verdad que se
caen un poco los pechos después de que amamantas, pero para algo están. Si
sirven para alimentar a mis hijos y nutrirlos, no me importa. Porque es lo
mejor para ellos, tanto para fomentar el vínculo madre-hijo como desde el punto
de vista nutricional. A mí recién se me cayeron un poco con Guada, la tercera,
pero nada que no se pueda resolver con un buen corpiño o una remerita ajustada.
Me di el lujo y el placer de darles la teta a mis tres hijos. El momento de
hacerlo es importante para ellos, para mí y tenemos que hacernos el tiempo,
estar relajados. Nunca queda mal darle de comer a tu hijo, es un bebé que vino
a nuestra vida y una decisión y una responsabilidad darles lo mejor.
Producción
Rosana Guerra
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