La manera de dormir de
los mamíferos se ha visto determinada, tras miles de años de adaptación, para
garantizar su supervivencia. Los humanos, al ser los más dependientes durante
el primer año de vida, muestran conductas encaminadas a fortalecer la relación
con su cuidador, casi siempre la madre. Ésta representa la fuente de alimento,
calor, protección, consuelo y soporte a las necesidades del recién nacido. El
hecho de que el bebé se despierte con facilidad y llore en solicitud de
alimento y estimulo, disminuye el riesgo de que sufra bajadas del azúcar
corporal (hipoglucemia) y asfixia (apnea). Por otro lado, la leche materna
facilita que el niño coja el sueño, en parte porque contiene triptófano, una
sustancia que actúa en el cerebro como inductor del sueño.
En toda la historia de
la humanidad los niños han dormido con sus padres. Esta práctica se llama
colecho cuando se comparte la misma cama. El contacto continuo favorece el
desarrollo del vínculo afectivo, el bienestar del bebé, el desarrollo neuronal
y la capacidad de respuestas adecuadas ante situaciones de estrés. Estudios
recientes demuestran que la cercanía del niño y la madre facilita el
mantenimiento de la lactancia materna y que ésta tiene un efecto protector
frente al Síndrome de Muerte Súbita del Lactante. También se sabe que el
colecho es mas frecuente en los niños alimentados al pecho que en los que
reciben lactancia artificial.
Conforme maduran las
funciones fisiológicas del niño va cambiando su manera de dormir. A medida que
se hacen mayores, los bebés se despierten más por la noche (no menos, como
muchos piensan). Cuando el niño tiene alrededor de un año de edad, el grado de
desarrollo alcanzado por su cerebro le permite tener pesadillas que le
despiertan asustado y a veces agitado. En ese momento, el niño busca refugio y
consuelo junto a sus padres, en quienes tiene depositada su confianza afectiva.
Hay que conocer los patrones normales de sueño para aceptarlos mejor. También
hay que saber que no hay soluciones mágicas para evitar los despertares
nocturnos y que el sentido común debe primar.
La decisión de dormir
con sus hijos debe ser una opción de los padres. Tal decisión va ligada a la
cultura y a los deseos de cada familia sobre la relación con sus hijos. A los
profesionales de la salud, médicos, pediatras y enfermeras les corresponde
reforzar este tipo de práctica, dando información sobre ciertas circunstancias
que pueden acarrear mayor riesgo para los niños si se practica el colecho,
principalmente entre los menores de 6 meses de edad, en este sentido se deben
establecer las siguientes recomendaciones:
El niño debe dormir
siempre boca arriba.
Siempre debe dormir
sobre una superficie firme, sin almohadones, cojines ni peluches.
Evitar arropar al niño
en exceso (mantas o frazadas gruesas).
No dormir en la misma
cama si los padres fuman.
Tampoco se debe
practicar colecho si los padres consumen alcohol, drogas o medicamentos que
disminuyan su capacidad de respuesta.
Si concurre alguna de
estas circunstancias el niño debe dormir en la misma habitación de los padres
con la cuna al lado de la cama o en una cuna tipo "side-car"
(superficie independiente adosada a la cama de los padres).
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